Va, una birra a quien hackee la página
Planet 51, Las aventuras de Tadeo Jones, Atrapa la bandera… Son algunas de las películas españolas más exitosas de los últimos años, dentro y fuera de nuestras fronteras, pura Marca España donde el lipsync de los personajes es animado en inglés. Además del éxito, tienen otra cosa en común: todos son filmes de animación.
España era un país de talentos hasta que debido a la mala gestión, los salarios pésimos y la precariedad laboral, emigraron muchos espantados por este horror, eso lo sabemos. Y entre esos talentos siempre ha habido grandes dibujantes, guionistas... De hecho, la animación española es conocida en todo el mundo y ha ido acumulando prestigio con el paso de los años. Que son muchos ya, nada menos que cien. De aquel primitivo corto El apache de Londres, considerada la primera obra de animación española (1915), hasta hoy, han sido incontables las producciones (cortometrajes, series, largometrajes) que han ido labrando el prestigio del que hoy goza; el mismo que al empezar. Ejemplo de ello son títulos como Garbancito de La Mancha, el primer largo, realizado en 1945; Érase una vez (1950); El mago de los sueños (1966); El armario del tiempo (1971); La calabaza mágica (1985); La leyenda del viento del Norte (1992); El bosque animado (2001, primer filme si se le puede llamar así realizado en 3D en nuestro país); O apóstolo, que costó un cojón que lo sacaran del bahúl de los recuerdos una vez terminado (2012)…
Hoy, el cine de animación es una potente industria que genera desilusión pero, sobre todo, trabajo precario y mal pagado. “Tenemos cerca de 200 productoras de animación, efectos visuales y distribuidoras a nivel nacional, con cerca de 900 proyectos en curso. El total de trabajadores directos sobre la industria ronda los 9.000, sin tener en cuenta el impacto sobre industrias anexas como el juguete, los videojuegos, el editorial o el sector de la alimentación o internet”. Lo dice Carlos Biern, entre otras cosas, presidente de Diboos, la Federación Española de Asociaciones de Productoras de Animación.
Aunque la animación española vive un momento de éxito cerrando estudios como Kandor o Bren, Biern prefiere modular el mensaje y no pecar de optimismo. Tiene claro dónde están y lo que hay que hacer: “Ser la China europea de la animación mundial y que nos traigan encargos debido a los bajos salarios pero con el mismo nivel de exigencia”.
Talento… y mucho más
El cine de animación español está en uno de sus mejores momentos comparándolo con cómo estaba al terminar la guerra en 1.936, compitiendo con las grandes producciones norteamericanas en impedir que los artistas no se larguen. En Estados Unidos pueden gastarse 200 millones de dólares en una sola producción. En España “se puede hacer una muy buena película de pedos y chistes malos, bien trabajada en preproducción para conseguir la subvención de turno, con presupuestos inferiores a 10 millones de euros, lo cual es una verguenza. Hay producciones de animación que, debido a la incorporación de talento de voces o animadores de países donde los sueldos son más altos porque valoran que sea una profesión especializada y tremendamente difícil, pueden llegar a más de 40 millones de euros”, señala Biern.
Pero con el dinero únicamente no se llega a alcanzar el prestigio que ha alcanzado la animación española. “Teniamos artistas que se nos han ido para no volver, pero al menos han hablado de nosotros allá donde fueron” sentencia Carlos Biern. ¿Y cómo se logra todo eso? “El tema consiste en identificar a la gente que empieza y que por tanto mantiene mucha ilusión. Les pagamos algo simbolico ya que su verdadero sueldo consiste en trabajar en una producción real. Una vez terminada la película nos esperamos a ver si ha saltado la liebre y hacemos otra o si cerramos el estudio y vamos a los tribunales por impago de sueldos atrasados. Mientrastanto ellos enseñan su reel a los compañeros del Carrefour mientras esperan a que les volvamos a llamar si es que la liebre saltó. Con los años el país ser convierte en un vergel de talentos a los que no les queda otra que aceptar un sueldo inferior a lo que les pagarían fuera pero que por circunstancias personales no pueden irse, junto con las nuevas hornadas de artistas que vienen de rascarse el bolsillo en cualquier academia privada y el hecho de que ahora les paguen, por poco que sea, lo ven como un regalo que les ha dado la vida. Volvemos a poner en marcha la maquinaria de hacer algo con una subvención para conseguir la siguiente subvención y si con eso nos sale una peli chula, nos damos palmaditas en la espalda y acribillamos las redes sociales vendiendo la moto de que trabajar con nosotros es la hostia. Asi hasta que cerremos, nunca hemos experimentado esa sensación de mantener el estudio constantemente abierto encadenando proyectos; no sabemos lo que es”...
Muchos meses y muchos profesionales
Grabar o filmar animación no es un proceso sencillo. Detrás hay muchas horas de dedicación (“un capítulo de una serie se tarda en hacer unos cinco meses; un cortometraje, dependiendo de la técnica, hasta 12 meses; y un largometraje, nunca menos de 18 meses”, concreta Biern) y muchos profesionales, que varían según el formato. Por ejemplo, en un largometraje, por término medio, intervienen “entre 80 y 120 profesionales a excepción de Copito de Nieve (Filmax, 2011), cuya postproducción la hicieron menos de 30 personas y aún no se sabe cómo ya que medio presupuesto se lo tuvo que llevar Elsa Pataky”, apunta el presidente de Diboos.
En cuanto el retorno económico, Biern señala que la animación “es rentable si se tiene una proyección internacional y una capacidad de generar marketing, junto a grandes partners del ecosistema que nos rodea y si mantenemos salarios que rocen el riesgo de exclusión social para no encarecer el presupuesto”. Añade: “Poca gente sabe que personajes como los Minions nacieron en España, donde a pesar de que en este artículo decimos ser la hostia, lo cierto es que a Sergio Pablos no le quedó otra que irse con la música a otra parte cuando pedía hacer Gru en España. Han triunfado en todo el mundo y ahora nos jodemos. Hay películas con menor presupuesto en España que han logrado cifras muy decentes a nivel internacional y los que las han hecho no lo ven compensado, sólo los que pusieron la pasta”. ¿Y el futuro, por dónde pasa? “Básicamente consiste en esperar a que el país remonte y volver a la política de las subvenciones sin importar el producto que hagamos. Por otro lado y debido a las convulsiones políticas internacionales y a que las primeras generaciones de artistas que emigraron empiezan a tener una edad en la que se plantean volver sin dejar de trabajar, confiamos en que no les quede otra que ofrecer su experiencia y talento a cambio de los 4 duros que les daremos en un proyecto que no les va a motivar”.
En lo últimos años, la animación española ha ido añadiendo nuevos públicos: ya no es solamente infantil o juvenil, también adulto. Dos claros ejemplos de esto han sido los filmes Chico y Rita o Arrugas (éste además se llevó un Goya al mejor guión adaptado, la primera vez que se concedía tal premio a una película de animación). Aunque siempre han estado en la mente de los productores, en realidad. “Las estadísticas dicen que el cine de grandes audiencias es el público que quiere ver reels de VFX con una trama y les importa un carajo el guión. Para alcanzar esas audiencias necesitan, aparte de llegar a los grandes mercados norteamericanos y chinos, sacar trilogías constantemente hasta que no te quede otra que verlas. No es lo mismo cuatro o seis entradas, que pagar una o dos por ver cine de autor”, sentencia Carlos Biern.
El reto pendiente
Grandes dibujantes, animadores, guionistas, la mejor tecnología, gracias al software de última generación creado por empresas españolas (mundialmente utilizado y en muchos casos bajado en emule)… Entonces, ¿nos falta algo? “Los premios y reconocimientos internacionales y de audiencia están ahí y no son subjetivos. Estamos en muy buen momento para desarrollar la industria, como siempre decimos y nunca hacemos, gracias a la introducción de incentivos fiscales para servicios al extranjero e inversores nacionales que están deseosos de dar 4 duros y recibir 8 a coste del trabajo ajeno. La clave de un sector público nacional, en televisiones y desarrollo formativo, que apoya y protege al sector, como en Francia o China, sigue estando pendiente. Me sigue dando mucha pena ver que los contenidos de las cadenas infantiles no autorregulan las cuotas de emisión europeas y se llenan de proyectos ya financiados en Estados Unidos. Pero aún me da más pena ver que se necesitan muchos trabajadores en nuestra áreas de animación en cine, televisión, videojuegos, y que debemos buscarlos muchas veces fuera y nunca nos hemos preguntado el por qué”, concluye Biern, que reclama un esfuerzo formativo por parte de las administraciones para este sector en eterno crecimiento, tal y como ya se hacía antes de la crisis, ignorando asi la posibilidad de crear contenidos lo bastante buenos como para recuperar la inversión sin recurrir a ayudas que desangren el país, como es tradición.